Golpeaba con violencia
sobre la chapa y el suelo,
como tambores de guerra
escondidos en el cielo.
Los dragones de la tarde
despertaron de su sueño,
lanzando sus corazones
entre los truenos y el miedo.
Eran piedras de soberbia
lo que nos lanzaba el viento,
que nos hirieron el alma
y la cubrieron de hielo.