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El Parque Nacional de Cabañeros

Autor: (Anónimo)

Tipo de texto: Expositivo


Situado en los Montes de Toledo, entre las provincias de Ciudad Real y Toledo, enmarcado entre los ríos Bullaque y Estena, abarca las sierras del Chorito, Miraflores, La Celada y al Norte, el abrupto macizo del Rocigalgo, cabecera de los ríos Pusa y Estena. Al sur queda la extensa Raña de Santiago y del Espino.

Para entender la situación actual del Parque hay que considerar la intervención humana. Durante el Dominio Señorial de la Ciudad de Toledo sobre estos territorios (1246-1835), se realizaron diversas actividades con escasa incidencia en el medio, lo que ha jugado un papel importante en su conservación. Sin embargo, en los años posteriores buena parte de los Montes de Toledo fueron desamortizados (vendidos), constituyéndose grandes fincas privadas en las que se inició una explotación agraria, ganadera y forestal más intensa que todavía se reconoce en el paisaje. En 1982 se pretendió instalar en la raña un polígono de tiro, proyecto que encontró oposición social, ecologista y política, y finalmente en 1988 esta área fue declarada Parque Natural por el Gobierno de Castilla-La Mancha con una superficie de 25.615 hectáreas. En 1995 se declaró Parque Nacional, aumentando la superficie protegida a 40.856 hectáreas, de las cuales un 55% son de propiedad pública.

El paisaje

Los Montes de Toledo albergan algunas de las mejores representaciones de los bosques mediterráneos ibéricos, tanto por su naturalidad y conservación, como por la representatividad de los distintos ecosistemas, motivo por el que Cabañeros fue declarado Parque Nacional. Se aprecian dos grandes unidades paisajísticas: La raña, la gran llanura de unas 8.000 ha de extensión se originó por el relleno natural del fondo del valle con material procedente de las sierras circundantes, hace unos 3 millones de años. En los años 60 se eliminó buena parte del bosque y matorral que la cubría, para dedicarla a cultivos de cereal. A partir de entonces se formó esa imagen de herbazal arbolado que identifica al Parque Nacional. Todavía quedan retazos del paisaje original.

Las sierras, que conforman la mayor parte del Parque, con una altura media de unos 1000 metros llegando hasta los 1.449 m del Rocigalgo, máxima altura de los Montes de Toledo. Están formadas por cuarcita, material duro y resistente a la erosión, y pizarra, más blando y en el que se produce mayor desgaste. Se encuentran cubiertas de bosques y matorrales. De especial interés, ya que caracterizan el paisaje serrano, son las pedrizas, depósitos recientes de cuarcitas sueltas, que están prácticamente desnudas de cubierta vegetal, salvo por algunos líquenes. En ambas unidades la geología es la base del paisaje, destacando “El Boquerón del Estena”, lugar de interés geológico internacional con yacimientos paleontológicos excepcionales que nos informa del pasado marino del territorio, destacando la presencia de la huella del “gusano gigante” con una edad estimada de unos 470 millones de años.

La flora

Nos encontramos en el primer Parque Nacional dedicado a la conservación del bosque editerráneo, y por tanto, representado por comunidades vegetales adaptadas al clima mediterráneo continental, con inviernos fríos y veranos cálidos y secos, las precipitaciones más abundantes se producen en primavera y otoño.

Cuatro especies del género Quercus dominan el paisaje de Cabañeros, son árboles de crecimiento lento y amplia copa, como la encina, el más adaptado a la escasez de agua, o el quejigo y el alcornoque, que prefieren zonas algo más húmedas, o el roble melojo o rebollo, cuya demanda de agua es mayor por lo que crece en las proximidades de los cauces o en las zonas altas del Parque.

Acompañando a estos árboles encontramos otros de menor porte, pero igual de importantes, como el madroño, o el durillo y un variado grupo de arbustos, entre los que destacan el romero, los brezos o las jaras, que ponen el color y el olor en las amplias laderas de los montes, sirviendo de alimento a multitud de animales.

En contados rincones, con unas características ambientales muy particulares, aparecen árboles de épocas tropicales como el loro, o recuerdos de pasados periodos fríos como los abedules, tejos o acebos. En los fondos de valles se pueden formar turberas, algunas con mas de siete mil años de antigüedad, testigos de tiempos pasados,que presentan una flora particular compuesta entre otros por mirto de brabante, o plantas carnívoras como la atrapamoscas o la pinguícula.

Junto con las más de mil plantas vasculares que podemos encontrar en Cabañeros, conviven cerca de 550 especies de líquenes, una quinta parte de las presentes en la Península Ibérica. Esta gran riqueza se debe principalmente al excelente estado de conservación de los 17 hábitats de interés comunitario presentes en el Parque y a la ausencia de contaminación ambiental.

Fauna

Cabañeros se caracteriza por la complementariedad que ofrecen los dos ecosistemas más destacados del Parque, la raña y las sierras, pues la mayor parte de la fauna vive entre ambos ambientes, beneficiándose de la facilidad para encontrar alimento en los herbazales y desplazándose en busca de cobijo entre los espesos bosques.

En la llanura escasamente arbolada que conformala raña es posible la observación de la gran fauna del ecosistema mediterráneo, como el ciervo, con los grandes grupos de hembras y crías en primavera y los beligerantes encuentros entre los machos durante la berrea en otoño. Compartiendo espacio podemos ver grupos de jabalí retornando a la espesura con las primeras luces del alba, o las orejas al zorro asomando entre las altas hierbas.

Este ambiente es muy propicio también para las aves esteparias, como los alaudidos, entre los que destacan la calandria, la cogujada montesina y la terrera. Oiremos los reclamos del sisón y la perdiz roja. Sobrevolarán sobre nosotros en busca de comida las águilas reales, imperiales, calzadas y culebreras, así como milanos negros y reales. Cerca del crepúsculo es posible ver al elanio azul, que toma el relevo en busca de ratones al cernícalo común y primilla.

Las sierras dan cobijo a uno de los emblemas de Cabañeros, el buitre negro, que ubica sus voluminosos nidos en los grandes alcornoques situados por encima de las pedrizas. En el Parque hay más de 200 parejas, siendo una de las mayores colonias de cría del mundo. Por el contrario, la ausencia de cortados rocosos, origina la escasa presencia de buitre leonado como reproductor.

Es el hábitat también de medianos carnívoros como el gato montés, la gineta, la garduña, el meloncillo o el tejón que compiten con el lince ibérico por su principal presa, el conejo.

En las zonas más altas, próximas al Macizo del Rocigalgo, es posible ver cabra montés y entre los bosques frescos de roble y fresnos a los esquivos corzos. En los ríos y arroyos de la sierra encontramos peces endémicos como el jarabugo, el calandino o la colmilleja, que comparten espacio con anfibios como el tritón ibérico o la salamandra común.

Por último hay numerosas especies de invertebrados, siendo llamativas en primavera y verano las abundantes y variadas especies de mariposas.