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Los tres amigos

Autor: (Anónimo)

Tipo de texto: Narrativo


Un día, Pablo, con mucha pena, llevó a sus animales a un refugio. El joven era periodista y debía marcharse unos meses a otro país a investigar una noticia. No podía viajar con sus animales y tampoco encontró a nadie que se los cuidara, así que acudió al refugio con la gata Lluvia, el loro Bruno y Rayitas, un pequeño pez de colores.

-¿Y cuánto tiempo vas a estar fuera? -le preguntó Mónica, una chica que trabajaba en el refugio.

-Unos meses, volveré lo antes posible -contestó Pablo.

-Verás, Pablo -le explicó ella-. Aquí nos traen a muchos animales y nos es muy difícil atender a todos. Algunas personas nos ayudan llevándose a un animal por un tiempo... Pero la mayoría quieren adoptar uno para quedarse con él.

-Sí, sí, lo sé -dijo Pablo. y sé que haréis lo mejor para mis tres amigos... Pero, de verdad, insisto en que en el menor tiempo que pueda, vendré a por ellos.

Pasaron dos meses y Pablo, aunque llamaba desde el extranjero al refugio, seguía sin saber cuándo podría volver. Varias personas preguntaron por alguno de los tres animales, pero Mónica les explicaba que convenía que se los llevaran solo por unos días, porque un muchacho iba a volver a por ellos. Entonces, siempre habían preferido recoger a otro animal al que poder cuidar todo el tiempo.

Hasta que llegó aquella señora. Estaba buscando un loro y como el único que había en el refugio era Bruno, se lo llevó. Desde entonces, Mónica había visto a la gata Lluvia muy triste y el pequeño Rayitas había dejado de comer. Y claro, cuando volvió Pablo, se quedó muy desilusionado al no ver a Bruno.

-Lo siento, Pablo -se disculpó Mónica-, pero una señora insistió mucho y se lo llevó.

-Lo entiendo -dijo Pablo-, pero le voy a echar tanto de menos...

Aunque su tristeza duró muy poco, porque en ese instante entró en el refugio aquella señora con Bruno...

-Mirad, os lo vuelvo a traer -dijo ella-. No para de chillar en todo el día. Dice Lluvia, Lluvia... Y me pide todo el rato galletas, pero cuando se las doy, no se las come.

Mónica atendió a la señora y Pablo recuperó con alegría a sus animales. Él sabía que Bruno no había dicho galletas, sino Rayitas, porque, sin duda, había echado de menos a sus amigos. Y Pablo prometió no separarse nunca más de sus pequeños compañeros.