Atrás | PDF |
(Doble click en palabra abre diccionario)

Un rasgo generoso

Obra: Corazón. Diario de un niño

Autor: Edmundo De Amicis

Tipo de texto: Narrativo


Miércoles, 26

Precisamente esta mañana se ha dado a conocer Garroni. Cuando entré en la escuela, un poco retrasado porque me había detenido la maestra de la primera clase superior para preguntarme a qué hora podía ir a casa a encontrarnos, el maestro no estaba allí todavía y tres o cuatro muchachos atormentaban al pobre Crossi, el pelirrojo que tiene un brazo muerto y cuya madre es verdulera. Le golpeaban con las reglas, le tiraban a la cara cáscaras de castañas, le ponían apodos y le remedaban con su brazo pegado al cuerpo. El pobre estaba solo en la punta del banco, asustado y daba pena verlo mirando ya a uno, ya a otro, con ojos suplicantes para que lo dejaran e paz. Pero los otros lo vejaban más y entonces él empezó a temblar y a ponerse encarnado de rabia. De pronto, Franti, el de la cara sucia, saltó sobre un banco y, haciendo como que llevaba dos cestas en brazos, remedó a la madre de Crossi cuando venía a esperarlo antes a la puerta, pues a la sazón no iba por estar enferma. Muchos se echaron a reír a carcajadas. Entonces Crossi perdió la paciencia y, cogiendo un tintero, se lo arrojó a la cara con todas sus fuerzas; pero Franti se agachó, y el tintero fue a dar en el pecho del maestro que entraba en ese momento.

Todos se fueron a su puesto, y callaron atemorizados.

El maestro, pálido, subió a la mesa y, con voz alterada, preguntó:

— ¿Quién ha sido?

Nadie respondió.

El maestro gritó alzando aún más la voz:

— ¿Quién?

Entonces Garrone, compadecido del pobre Crossi, se levantó de pronto y dijo resueltamente:

— ¡He sido yo!

El maestro lo miró. Miró a los alumnos que estaban atónitos y luego repuso con voz tranquila:

—No, no has sido tú.

Y después de un momento añadió:

—El culpable no será castigado. ¡Que se levante!

Crossi se levantó y rompió a llorar.

— Me pegaban y me insultaban, yo perdí la cabeza y tiré...

—Siéntate —interrumpió el maestro—. Que se levanten los que lo han provocado.

Cuatro se levantaron con la cabeza gacha.

—Vosotros —dijo el maestro— habéis insultado a un compañero que no os provocaba, os habéis reído de un desgraciado y habéis golpeado a un débil que no podía defenderse. Habéis cometido una de las acciones más bajas y más vergonzosas con que se puede manchar criatura humana. ¡Cobardes!

Dicho esto, salió por entre los bancos, tomó la cabeza de Garrone, que estaba con la vista pegada en el suelo y, alzándole la cabeza mirándole fijamente, le dijo:

— ¡Tienes un alma noble!

Garrone, aprovechando la ocasión, murmuró no sé qué palabras al oído del maestro; y éste, volviéndose hacia los cuatro culpables, dijo bruscamente:

— Os perdono.