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Vivían una vez juntos el compadre lobo y la comadre zorra. Y tenían un barrilillo de miel. Ya se sabe que la zorra es muy golosa. Conque se habían recogido ya una noche en su casita, cuando la zorra empezó a golpear el suelo a hurtadillas con el rabo.
--Comadre, comadre: están llamando.
--Vendrán a buscarme para algún parto - rezongó la zorra.
--Pues debes ir.
La comadre salió de la casita, fue derechita adonde tenían la miel, tomó toda la que quiso y volvió.
--¿Qué tal? ¿Qué te ha mandado Dios?
--Una criatura muy llenita - contestó la zorra.
Otra vez que también estaba ya acostada, la comadre se pu-so a golpear con el rabo.
--¡Comadre! Alguien está llamando.
--Algún otro parto será.
--Pues debes ir.
Salió la zorra, de nuevo se hartó de miel hasta dejar sólo un poco en el fondo del barrilillo y volvió donde estaba el lobo.
--¿Qué tal? ¿Qué te ha mandado Dios?
--Una criatura medianeja.
Por tercera vez engañó la zorra al lobo y terminó con la miel.
--¿Qué tal? ¿Qué te ha mandado Dios?
--Esta vez, una criatura de nada.
Pasó el tiempo hasta que un día, fingiéndose enferma, la zorra le pidió a su compadre que le trajese un poco de miel. Fue el lobo a buscarla, pero no encontró ni gota.
--¡Comadre! ? gritó -. Alguien se ha comido la miel.
--¿Que se la han comido? ¿Quién? Has tenido que ser tú -arremetió la zorra contra el lobo, que juraba y perjuraba procla-mando su inocencia.
--Está bien - decidió la zorra -. Vamos a tumbarnos al sol, y al primero que le rezume la miel ése es el culpable.
Así lo hicieron. La zorra, preocupada, permaneció en vela mientras que el lobo dormía a pierna suelta. En esto empezó a rezumarle la miel a la comadre. Pero la zorra embadurnó ense-guida con ella al lobo y le despertó gritando:
--¡Mira, mira compadre! ¿Ves como te la habías comido tú?
Y el lobo no tuvo más remedio que disculparse. Aquí se termina el cuento, conque dame de manteca un cuenco.
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