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Se denomina peregrino al hermoso halcón que cada año emigra desde Europa hasta el corazón de África: y bien merece el nombre ese extraordinario vuelo de millares de kilómetros.
Es tan majestuoso y tan bello el vuelo del halcón, que posee también unas potencialidades de atracción de la hembra: ésta queda fascinada por la exhibición del macho en las alturas.
La preparación del nido no es complicada: les basta a la pareja de halcones cualquier cavidad rocosa o el lugar ocupado por algún ave menos poderosa, que no tenga ánimos para enfrentarse a ellos.
Mientras la hembra incuba sus huevos, que tienen manchas oscuras, el macho se dedica a la caza: arrebata del suelo las presas todavía vivas y así las conduce hasta su refugio.
Cuando los polluelos están en condiciones de aprender a volar, sus padres los arrojan al vacío: único modo de que su instinto de supervivencia les obligue a agitar las alas, para mantenerse en el aire y regresar luego a su lado. De esta manera, a fuerza de «sustos», llegan a dominar el vuelo, hasta realizar las maravillas de los halcones adultos.
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