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Por fin llegaron papá y mamá del hospital, y nos enseñaron a nuestra hermanita. A mí me pareció
preciosa, tan pequeñita, tan poquita cosa,...Pero mi hermana Maribel, que sólo tiene tres años,se quedó
un poco desilusionada:
-¿Pero, con esto queréis que juegue?-dijo, al verla.
-Bueno, todavía es pronto para que juegue-le explicó mamá, sin poder contener la risa-. Ahora todos
tenemos que cuidarla mucho.
-¡Ah, vale!-exclamó, sin mucho entusiasmo, y se fue a jugar con su oso Manolo.
Yo, sin embargo,que ya tengo siete años, decidí seguir a mamá todo el rato, por si necesitaba ayuda. Y me hizo
mucha ilusión cuando ella me pidió que le acercara algo:
-Laura, cariño. Tráeme ese bolso que hemos dejado ahí, que vamos a cambiarle los pañales a María José.
Papá se había ido a aparcar el cohe y la abuela Lucía estaba en la cocina, preparando algo de comer; así que fui
la primera que ayudó a mamá. Ella le limpió el culete con mucho cuidado y yo le fui pasando las cosas: las toallitas,
la crema y el pañal. Me preocupé mucho porque vi que mi hermana tenía una gasita en el ombligo, pero mamá me dijo
que era normal y que se curaría en unos días.
Al rato, nos pusimos todos a comer, sin parar de hablar de la pequeña y de lo contentos que estábamos
todos. Pero María José, que estaba en una cunita al lado de mamá, de repente, se puso a llorar con todas sus ganas.
-Me parece que vuestra hermana tiene hambre-dijo mamá.
-Pues, ahora te ayudo yo -dijo Maribel, cogiendo unas cuántas fresas de la mesa y levantándose.
-¡Pero, niña, no! -gritó la abuela, horrorizada.
-Le voy a dar unas fresitas, que están muy ricas -dijo la trasto de mi hermana.
-¡Que no, que no!Que tu hermana sólo toma leche -le explicó papá- ...¿No ves que todavía no tiene dientes?.
Maribel se acercó a la cunita y se quedó con la boca abierta mirando a la niña. Mamá le dio muchos besos
y le dijo que esperara un poco, que ya vería lo bien que se lo iba a pasar con ella cuando creciera...
Y que, de momento,nos preguntará siempre antes de ayudar...
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