El corsario negro (fragmento)
Obra: El corsario negro | Autor: Emilio Salgari | Tipo de texto: Narrativo | Etapa: Primaria | Lecturas: 2038
Compartido por: @sabad el 2022-11-07
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De entre las tinieblas del mar, surgió una voz potente y metálica:

-¡Alto los de la canoa o los echo a pique!

Al oír tan amenazadoras palabras, los dos hombres que tripulaban fatigosamente una barquilla apenas visible, soltaron los remos y miraron con inquietud el algodonoso seno del mar. Tenían unos cuarenta años, y sus facciones enérgicas y angulosas aún parecían más hoscas a causa de sus enmarañadas barbas. Llevaban sobre la cabeza sombreros amplios agujereados de balas, cuyas alas parecían rotas a dentelladas; sus camisas de franelas y sus calzones estaban desgarrados, y sus pies desnudos demostraban que habían caminado por lugares fangosos. Sin embargo, sostenían pesadas pistolas, de aquellas que se usaban en los últimos años del siglo XVI.

Ambos hombres, a quienes cualquiera habría tomado por fugitivos escapados de algún presidio del Golfo de México, si en aquel tiempo hubieran existido tales establecimientos, al ver la gran sombra sobre ellos cambiaron entre sí inquietas palabras.

-Carmaux, mira bien -dijo el que parecía más joven-; tú tienes mejor vista que yo.

-Veo un gran barco, a unos tres tiros de pistola. Pero no sabría decir si vienen de las Tortugas o de las colonias españolas.

-Sean quienes fueren, nos han visto, Wan Stiller, y no nos dejarán escapar.

La misma voz de antes volvió a resonar en las tinieblas que cubrían las aguas del gran Golfo:

-¿Quién vive?

-El diablo -murmuró el llamado Wan Stiller.

Su compañero, en cambio, gritó, con toda la fuerza de sus pulmones:

-¡Si tiene tanta curiosidad, acérquese hasta nosotros y se lo diremos a pistoletazos!

La fanfarronada no pareció incomodar a la voz que interrogaba desde la cubierta del barco:

-¡Avancen, valientes -respondió-, y vengan a abrazar a los hermanos de la costa!

Los hombres de la canoa lanzaron un grito de alegría.

-Que me trague el mar si no es una voz conocida -dijo Carmaux-. Sólo un hombre, entre todos los valientes de las Tortugas, puede atreverse a venir hasta aquí, a ponerse a tiro de los cañones de los fuertes españoles: ¡el Corsario Negro!

-¡Truenos de Hamburgo! ¡El mismo!

-¡Y qué triste noticia para ese marino audaz! Otro de sus hermanos colgado en la infame horca.

-¡Se vengará, Carmaux!

-¡Lo creo, y nosotros estaremos a su lado el día que ahorque a ese condenado gobernador de Maracaibo!



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