- 572 textos
- 72 audio-lecturas
- 194 prop. didácticas
- 7167 usuarios
- Argumentativo (60)
- Descriptivo (25)
- Dramático (21)
- Expositivo (97)
- Narrativo (224)
- Poético (145)
- Romance sonámbulo (10.00)
- La poesía (10.00)
- La increíble historia de la abuela gánster (fragmento) (9.43)
- Percy Jackson y los dioses del Olimpo (fragmento) (9.00)
- 20.000 leguas de viaje submarino (fragmento) (9.00)
- Romance del Conde Olinos (8.88)
- Por escrito gallina una (10261)
- Don Juan Tenorio (fragmento II) (8579)
- Platero y yo (fragmento) (8030)
- Harry Potter y la piedra filosofal (6536)
- Fortunata y Jacinta (fragmento) (5818)
- El monte de las Ánimas (fragmento) (4586)
![]() ![]() ![]() ![]() |
El año de 1866 quedó marcado por un acontecimiento extraño, un fenómeno inexplicado e inexplicable que seguramente nadie haya olvidado. Sin hablar de los rumores que agitaban a las poblaciones de los puertos y excitaban la mente del público continental, la gente de mar lo vivió con especial emoción. Los negociantes, armadores, capitanes de navío, patrones y maestres de Europa y América, los oficiales de marina de todos los países y, después de ellos, los gobiernos de los diversos estados de ambos continentes se preocuparon vivamente por este suceso.
En efecto, desde hacía algún tiempo varios navíos se habían encontrado en alta mar con «algo enorme», un objeto largo, fusiforme, a veces fosforescente, infinitamente mayor y más rápido que una ballena.
Los hechos relativos a esta aparición, consignados en diversos diarios de a bordo, coincidían con bastante exactitud sobre la estructura del objeto o el ser en cuestión, su insólita velocidad de movimientos, la potencia sorprendente de sus desplazamientos y la singular vida que parecía animarlo. Si era un cetáceo, superaba en tamaño a todos los que la ciencia había clasificado hasta entonces. Ni Cuvier ni Lacépède ni Duméril ni Quatrefages hubiesen admitido la existencia de un monstruo semejante, a menos que lo hubieran visto con sus propios ojos de sabios.
De aceptar el promedio de las observaciones realizadas en diversas ocasiones —descartando las tímidas estimaciones que asignaban a dicho objeto una longitud de doscientos pies y rechazando las opiniones exageradas que hablaban de mil pies de ancho y tres mil de largo—, se podía afirmar que aquel ser extraordinario, si en verdad existía, superaba ampliamente las medidas admitidas hasta la fecha por los ictiólogos.
Pero aquello existía, era innegable, y, dada la atracción que siente el cerebro humano por lo maravilloso, se comprenderá la emoción suscitada en el mundo entero por esta aparición sobrenatural. No se la podía relegar a la categoría de mera fábula.
En efecto, el 20 de julio de 1866 el vapor Governor Higginson, de la Calcutta and Burnach Steam Navigation Company, se había encontrado con aquella masa moviente a cinco millas al este de las costas de Australia. Al principio el capitán Baker se creyó ante un escollo desconocido. Se disponía incluso a fijar su posición, cuando dos columnas de agua, proyectadas por el inexplicable objeto, se elevaron silbando en el aire a ciento cincuenta pies de altura. De modo que, a menos que aquel escollo estuviese sometido a las expansiones intermitentes de un géiser, el Governor Higginson se hallaba indudablemente frente a un mamífero acuático desconocido hasta entonces, que expulsaba chorros de agua por sus espiráculos, mezclados con aire y vapor.
¿Recomendarías su lectura en el aula? Por favor, valora del 1 al 10 este texto.