Wonder. La lección de August (fragmento)

14/12/2022 - M.S. - 5ºB

Texto

Obra: Wonder. La lección de August
Autor: Raquel Palacio

Música

Obra: The first Day
Autor: Macelo Zarvos

Me gusta que mamá cuente esta historia porque siempre me hace reír un montón. Seguramente no tiene tanta gracia como un chiste, pero, cuando la cuenta ella, Via y yo nos tronchamos de risa.

Cuando yo estaba en la barriga de mi madre, nadie tenía ni idea de que yo iba a nacer con esta pinta. Via había nacido cuatro años antes y, como todo había sido «coser y cantar» (la expresión es de mamá), no había motivo para hacer ninguna prueba especial. Unos dos meses antes de nacer, los médicos se dieron cuenta de que a mi cara le pasaba algo raro, pero no pensaron que fuese nada grave. Les dijeron a mis padres que tenía el paladar hendido y alguna cosa más. «Pequeñas anomalías», las llamaban.

La noche que nací había dos enfermeras en el paritorio. Una era muy dulce y simpática. La otra, según mamá, no parecía ni dulce ni simpática. Tenía unos brazos enormes y (esto es lo más gracioso) no paraba de tirarse pedos. Le llevaba a mi madre unos cubitos de hielo y se tiraba un pedo. Le tomaba la tensión y se tiraba un pedo. Mamá dice que aquello era increíble, porque la enfermera no le pidió perdón ni una sola vez. Además, su médico no estaba de guardia esa noche, así que le tocó un médico joven y maniático al que papá puso el mote de Doogie, creo que por alguna serie antigua de televisión (aunque no se lo llamaron a la cara). Mamá dice que, aunque todos estaban de mal humor, mi padre se pasó la noche haciéndola reír.

Cuando salí de la barriga de mi madre, todos se quedaron mudos. Mamá no llegó a verme, porque la enfermera simpática me sacó corriendo de la habitación. Papá se dio tanta prisa en seguirla que se le cayó la cámara de vídeo y se rompió en mil pedazos. Mamá se enfadó mucho e intentó levantarse para ver adónde iban, pero la enfermera pedorra le puso sus enormes brazos encima para impedir que se levantase de la cama. Casi se pelearon, porque mamá estaba histérica y la enfermera pedorra le gritaba para que se calmase. Luego, las dos se pusieron a llamar al médico a gritos. Pero ¿sabéis qué? ¡El médico se había desmayado y estaba tirado en el suelo! Cuando la enfermera pedorra vio que se había desmayado, se puso a empujarle con el pie para despertarlo mientras le gritaba: «¿Qué clase de médico es usted? ¿Qué clase de médico es usted? ¡Levántese! ¡Levántese!» . Y de pronto se tiró el pedo más grande, ruidoso y apestoso de la historia de los pedos. Mamá cree que fue el pedo lo que despertó al médico. El caso es que cuando la historia la cuenta ella, hace todos los papeles —hasta imita el ruido de los pedos— y es divertidísimo.

Mamá dice que, al final, la enfermera pedorra se portó muy bien con ella. Le hizo compañía todo el rato y no se separó de ella hasta que volvió mi padre y los médicos les dijeron que yo estaba muy enfermo. Mamá recuerda exactamente lo que la enfermera le susurró al oído cuando el médico le dijo que era probable que muriera esa misma noche: « Todo aquel nacido de Dios vence al mundo». Y al día siguiente, como había sobrevivido, la enfermera le dio la mano a mi madre cuando me llevaron para que me viese por primera vez.

Pero entonces ya se lo habían contado todo y ella ya se había preparado para verme. Dice que cuando vio mi carita deforme por primera vez, solo se fijó en lo bonitos que tenía los ojos.