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Kiko, el gallo presumido

Autor: (Anónimo)

Tipo de texto: Narrativo


Había una vez una granja enorme donde vivían toda clase de animales. Todos eran muy felices y la tranquilidad siempre reinaba en la granja.

Pero todo cambió el día en que llegó un nuevo animal a la granja, Kiko. Kiko era un gallo precioso. Tenía una cresta roja, unas patas fuertes y una cola larga y brillante. También era muy presumido pues sabía que era muy guapo.

Además de presumir delante de los demás animales, Kiko no paraba de burlarse de los demás.

Así pasaron los días y, poco a poco, Kiko se fue convirtiendo en el jefe de la granja. ÿl era el que comía primero y el que decía lo que se hacía durante todo el día. Así pasó el tiempo y todos los animales se acostumbraron a que Kiko fuese el jefe.

Una mañana, el dueño de la granja tenía que quemar algunas ramas secas y les prendió fuego. El olor del humo asustó a todos los animales, menos a Kiko que se creía superior a todos ellos.

Kiko se hizo el valiente y se acercó más y más a la hoguera, con tan mala suerte que una de las brasas saltó y su cola empezó a arder. Kiko empezó a correr de un lado a otro cacareando de dolor. El dueño, al darse cuenta, le echó un cubo de agua.

Ya aliviado, Kiko se quedó tranquilo, pero?¡cómo se quedó!, el gallo con la cola más bonita y brillante estaba totalmente chamuscado, no parecía el mismo y él lo sabía. Kiko se escondió al ver que ya no era guapo.

Ya empezaba a amanecer y nadie oía el ¡kikiriki!. Muy preocupados, los animales empezaron a buscar a Kiko por toda la granja. Después de un buen rato, los animales encontraron a Kiko escondido en el granero.

- Hola Kiko, ¿por qué no has cantado al amanecer como antes?- preguntaron los animales.

- Porque soy feo, muy feo y no quiero que nadie me vea. -contestó el gallo.

- A nosotros no nos importa -contestaron los animales.

- ¿De verdad que no os importa lo feo que soy? -preguntó Kiko.

- Lo único que nos importa es que continúes siendo nuestro amigo -dijeron todos.

Al escuchar aquellas palabras, Kiko salió del granero y, desde entonces, dejó de presumir y empezó a ser uno más de la granja.