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Híper consciencia, fragmento

Obra: Libro

Autor: García Rodríguez

Tipo de texto: Argumentativo


Fragmento de la narrativa sin publicar, "Híper consciencia".

Princesita contemplaba con pena y estupor, como unos niños entre cinco y diez años, sucios y andrajosos, algunos con lágrimas en los ojos buscaban desesperadamente algo para comer, en un basurero mal oliente. Algunos eran algo mayores y protegían a sus hermanos o conocidos, pero todos eran vulnerables pues estaban expuestos a que otros de mayor edad irrumpieran en el lugar para pegarles o humillarles. Eso solía ocurrir con frecuencia y aunque lo sabían no lograban acostumbrarse a las adversidades.

Princesita vestida con atuendo humilde pero limpio y aparentando tener unos diez años, se acercó a unos niños pequeñitos que al verla, sus caritas sucias y llorosas, expresaron sorpresa pues no era normal el ver a niños limpios en ese sitio.

—Hola pequeños -les dijo-, mientras sus manos les acariciaban.

Los niños reflejaban una mezcla de estupor, miedo y algo de alegría.

—Me llamo Princesita y vengo de muy legos. Al escuchar esas palabras otros niños se acercaron. Una niña más atrevida -dijo-, ¿buscas comida?

—No, yo no la necesito, he venido para ayudaros, sé que tenéis hambre y acto seguido la Planta sabia apareció en el lugar cargada de exquisitos frutos, y Princesita les indicó que podían cogerlos y para estimularlos ella misma, cogió uno y se puso a comerlo. En un momento todos los allí presentes saciaban su hambre comiendo los frutos con aparente felicidad y confusión. Mientras Princesita, La Planta y Paloma que miraba desde las alturas se regocijaban. Una vez el hambre saciada rodearon a Princesita llenos de entusiasmo y haciéndole preguntas.

—Hemos comido todos y La planta sigue estando llena de frutos-dijo- un niño de unos ocho años, Princesita le miró cariñosa y dijo.

—Esa planta ha venido para que cojáis todos los frutos que queráis, y como es mágica nunca se acaban.

—Están muy buenos -dijo- otro niño y añadió, ¿podemos coger para mamá?

—Sí podéis, pero no será necesario pues a partir de ahora cuando tengáis hambre, solo tendréis que llamarla y ella acudirá cargada de frutos y podréis compartirlos con quien queráis. A medida que saciaban el hambre el paisaje se transformaba con las energías que le prestaban Princesita, la Planta y Paloma, en un lugar de ensueño: el olor apestoso se truncó en una brisa suave con una fragancia exquisita que procedía de las plantas aromáticas del paisaje. Ellos leían la mente de los niños y aunque eran insensibles al dolor o a cualquier otro sentimiento, porque sus seres pertenecían al nivel elevado de beatitud y felicidad, el estar en contacto con tanto sufrimiento provocaron que una compasión sin límites se instalara en sus interiores y compartiera la alegría de los pequeños.

Los niños mostraban caritas de asombro y felicidad, mientras que la Planta, Princesita y Paloma, se regocijaban al verlos felices. Como leían sus pensamientos constataban horrorizados como eran sus…….