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Contexto histórico de “El Lazarillo

Autor: (Anónimo)

Tipo de texto: Expositivo


Cualquiera que sea el marco temporal del Lazarillo (sus referencias históricas tanto pueden aludir a hechos ocurridos en 1510-1525, como en 1520-1538) la historia de sus fortunas y adversidades se desarrolla en la primera mitad del siglo XVI y prolonga su vida literaria en la novela picaresca de los siglos XVI

Historia y sociedad: grandeza y miseria del imperio español.

La grandeza del imperio español comenzó a fraguarse en la política matrimonial de los Reyes Católicos. Éstos habían alcanzado la unidad nacional con la unión de Castilla y Aragón, concluido la Reconquista con la toma de Granada (1492) e iniciado la conquista de América a partir de su descubrimiento en 1492.

La empresa imperial se consolida con Carlos I (1517 1556), que en 1519 era coronado emperador de Alemania con el nombre de Carlos V. Con él de consuma la hegemonía de España en el mundo Carlos I, defensor de una concepción tradicional del imperio, con la idea de una Europa unida bajo la fe cristiana, regida por la dualidad Papa-Emperador. hizo frente a los tres obstáculos que estorbaban su proyecto:

- el fervor de los nacionalismos,

- la aparición del protestantismo

- y la amenaza de los turcos en el Mediterráneo.

Llevó a cabo su política imperial continuando la empresa americana y cosechando importantes victorias en las guerras con Francia (victoria de Pavía, 1525); contra la alianza europea de la Liga de Cognac, a la que se había unido hasta el Papa (Saqueo de Roma, 1527); contra los turcos, levantando el sitio de Viena (1529) por las tropas de Solimán el Magnífico y emprendiendo la conquista de Túnez (1535); y contra los príncipes luteranos de la Liga de Smalkalda, en la victoria de Mühlberg (1547).

Su hijo y sucesor, Felipe II (1556-1598), fue un digno continuador de los triunfos militares de su padre:

- venció a los franceses en San Quintín (1557);

- a los turcos, en Lepanto (1571), y

- logró la unidad peninsular con la anexión de Portugal (1580).

Pero no todo era grandeza en aquel imperio que, detrás de su apariencia hegemónica, ofrecía un cúmulo de tensiones sociales y una amarga verdad de hambre y miseria cuya realidad cotidiana era mucho más auténtica que la espectacularidad de las victorias bélicas. Carlos I no acabó de ganarse la simpatía de los nobles castellanos, recelosos ante la cohorte de flamencos que rodeaba al emperador; provocó la indignación general y la ruina de la economía castellana, sacrificada a los enormes gastos de las guerras, y no logró impedir las tensiones sociales, algunos de cuyos brotes estallaron violentamente en la rebelión de los comuneros castellanos de las germanías valencianas.

Al mismo tiempo, como la riqueza venida de América no bastaba, los bienes de Castilla acabarían hipotecados, y la deuda del Estado crecería tanto que con Felipe II llegaron a producirse bancarrotas sucesivas entre 1558 y 1596; fueron años en que el monarca tuvo que soportar el desastre de la Armada Invencible (1588) y la incapacidad de concluir con éxito las guerras de religión, consumándose así el movimiento secesionista de los Países Bajos (1597).

La decadencia interna fue agravándose con la sangría humana -además de la económica- cobrada por las guerras; con la emigración de la juventud a las ciudades o a América, y la consiguiente despoblación del campo; con la decadencia de los hidalgos v su absoluto desprecio por el trabajo; con la desocupación cada vez mayor de la población, agravada por la vuelta de muchos soldados que a su regreso se encontraban sin oficio ni beneficio; y por la españolísima cuestión de las castas sociales y una estéril concepción del honor basada en las apariencias y en el dinero.

Todo ello fue creando un fondo social de hambre, mendicidad (a ello se alude en el capítulo III del Lazarillo) y delincuencia, con la proliferación de mendigos, vagabundos, malhechores o bandoleros, cuya realidad social recoge la novela picaresca, en sus pícaros vagabundos, estafadores, en sus indigentes hidalgos con total desprecio del trabajo, etc.

La aparición de la novela picaresca se alza como el fenómeno literario más español del siglo XVI, junto con el florecimiento de la literatura mística.

No parece probable que una sola causa pueda explicar suficientemente el florecimiento de la picaresca. Colaboró en ello en un conjunto de motivos culturales y de modelos literarios.

Aunque no haya sido el determinante capital de la picaresca, la decadencia y la miseria social -marginados y mendigos hubo en toda Europa- crearon una insatisfacción que llevó a muchas gentes al desengaño cínico, tan propio de la picaresca.

Tanto o más que el factor económico debió influir el pensamiento de Erasmo de Róterdam. Su propuesta de renovación espiritual y religiosa (como también su crítica de los libros de caballerías) probablemente ejerció una influencia notable en "El Lazarillo", a cuya elaboración literaria no parecen ajenas las obras del holandés. Así, la novela picaresca, como la pastoril, hereda del Renacimiento la idea del retorno a la naturaleza; pero mientras la pastoril procede del humanismo italianista, la picaresca entronca con movimientos reformistas, cuyos ideales espirituales y religiosos se transforman en el cinismo amargo y resentido del pícaro.